Rojo sangre 185-C, més...
Desde pequeñito los uniformes me han dado miedo, más bien repelús y ahora en la recepción del estudio tenía tres diferentes. Desde la mampára divisoria entre cuentas y diseño podía ver a un agente de la policía nacional, un urbano y un mosso d’esquadra flanqueando a una gabardina con un más que chinorri ser humano dentro, tres veces más pequeño que su propio y nostálgico bigotillo, que parecía estar dando órdenes a Lola como si fuera yo.
La chica, curtida en mil batallas y experimentada espanta-acreedores parecía estar aplicando la consigna habitual de -en éste momento no se encuentra en la oficina-, cuando Roberto, quiero entender que embelesado por la visión de una gabardina tan de su gusto y educado en las mejores formas, no puede reprimir su natural educado:
-Hombre, la autoridad!. Supongo que vienen por lo del Follero, ¿verdad? Ya nos hemos enterao, qué desgracia más grande, siempre se van los mejores…
Jota, que está aquí la poliiiiii! Un momentín que le aviso...
Más que cobarde, lo que yo soy es un cagao y en este momento precisamente con todas las letras. No sé mucho de leyes ni de crímenes pero una cosa tengo clara: Si no vas a cárcel te va a costar menos salir.
Y puestos a salir ¿por dónde mejor que por la ventana que desde el estudio da al patio de luces?. De ahí a Pensión Paqui por el canalón del wáter es cosa de niños.
Ya estaba con medio cuerpo fuera cuando entran por la puerta Lapuerta, los tres armarios roperos y mi insufrible comercial:
-Ei Jota, éstos señores quieren hablar contigo, son policías.
-No me jodas Roberto, ¿en serio?. Anda, échame un cable que se me ha ido el rotring por la ventana.
-Si, si, en serio, ¿no ves que van de uniforme.?
-Deje usted el rescate para luego.
A veces pasa, las cosa no son lo que parecen. O si lo son pero tienen un timbre de voz que acojona. Y la voz de Lapuerta daba miedo del de verdad. Y no estaba acostumbrado a sugerir: -Deje- usté- el res-ca-te para lue-go,y punto.
-Si claro, claro, si total, ya no se utilizan, bueno, yo a veces si, aunque no mucho, para perfilar algún pluma…o para cositas de lettering, ya sabe…
-No, no sé. Con que se calle me vale.
Y yo me callo.
No es que nuestro estudio haya recibido muchos premios de interiorismo, si acaso algún piropo de algún cliente cabrón – carai, qué funcional, todo de Ikea, ¿verdad?, pero ésta mañana se me hacía más tétrico que de costumbre. La presencia de los esbirros de Lapuerta, aunque prestados y algo confusos por culpa de compatibilidades y jurisdicciones varias, y la del mismo comisario, ahora ya sin gabardina y como el Sepu le trajo al mundo impregnaban el ambiente de una estética inequívocamente tardofranquista.
Sentado en una silla, de Ikea por supuesto, puesta del revés y con un cigarrillo de plástico en la comisura de los labios Lapuerta me mira fijamente, me mira con sus ojos grises, antiguos.
-He dejado de fumar.
-Me alegro por usted.
-Y estoy de muy mala óstia.
-¿un piti?
-No empiece a cagarla tan pronto Jota, que esto va pa largo. O no. De usté depende.
-¿Depende? ¿de qué depende?. Cómo se nota que es usté gallego, que gran país Galiza.
-No me toque los güevos, no me toque los güevos.
-Mire usted Sr. Polícia, igual hemos empezado mal, si me explica…
-Colabora Jota, suelta Roberto. Jota colabora!, se leía en un cartón pluma con tembleque que aparecía ahora si, ahora no, por encima de la mampára.
-A l’igual si que hemos empezao malamente. Tu! tráeme un café! suelta el Lapuerta sin mirar a nadie. Los tres representantes de las fuerzas vivas se miran entre ellos sin saber que hacer. El mosso ladea la cabeza como diciéndole al nacional te toca y éste a su vez le suelta un codazo al urbano, es cosa tuya.Jurisdicciones, incompatibilidades.
-Roberto, sírvele un café al Sr. Comisario.
-No queda
-¿?
-Ahora mismo se lo subo…
La chica, curtida en mil batallas y experimentada espanta-acreedores parecía estar aplicando la consigna habitual de -en éste momento no se encuentra en la oficina-, cuando Roberto, quiero entender que embelesado por la visión de una gabardina tan de su gusto y educado en las mejores formas, no puede reprimir su natural educado:
-Hombre, la autoridad!. Supongo que vienen por lo del Follero, ¿verdad? Ya nos hemos enterao, qué desgracia más grande, siempre se van los mejores…
Jota, que está aquí la poliiiiii! Un momentín que le aviso...
Más que cobarde, lo que yo soy es un cagao y en este momento precisamente con todas las letras. No sé mucho de leyes ni de crímenes pero una cosa tengo clara: Si no vas a cárcel te va a costar menos salir.
Y puestos a salir ¿por dónde mejor que por la ventana que desde el estudio da al patio de luces?. De ahí a Pensión Paqui por el canalón del wáter es cosa de niños.
Ya estaba con medio cuerpo fuera cuando entran por la puerta Lapuerta, los tres armarios roperos y mi insufrible comercial:
-Ei Jota, éstos señores quieren hablar contigo, son policías.
-No me jodas Roberto, ¿en serio?. Anda, échame un cable que se me ha ido el rotring por la ventana.
-Si, si, en serio, ¿no ves que van de uniforme.?
-Deje usted el rescate para luego.
A veces pasa, las cosa no son lo que parecen. O si lo son pero tienen un timbre de voz que acojona. Y la voz de Lapuerta daba miedo del de verdad. Y no estaba acostumbrado a sugerir: -Deje- usté- el res-ca-te para lue-go,y punto.
-Si claro, claro, si total, ya no se utilizan, bueno, yo a veces si, aunque no mucho, para perfilar algún pluma…o para cositas de lettering, ya sabe…
-No, no sé. Con que se calle me vale.
Y yo me callo.
No es que nuestro estudio haya recibido muchos premios de interiorismo, si acaso algún piropo de algún cliente cabrón – carai, qué funcional, todo de Ikea, ¿verdad?, pero ésta mañana se me hacía más tétrico que de costumbre. La presencia de los esbirros de Lapuerta, aunque prestados y algo confusos por culpa de compatibilidades y jurisdicciones varias, y la del mismo comisario, ahora ya sin gabardina y como el Sepu le trajo al mundo impregnaban el ambiente de una estética inequívocamente tardofranquista.
Sentado en una silla, de Ikea por supuesto, puesta del revés y con un cigarrillo de plástico en la comisura de los labios Lapuerta me mira fijamente, me mira con sus ojos grises, antiguos.
-He dejado de fumar.
-Me alegro por usted.
-Y estoy de muy mala óstia.
-¿un piti?
-No empiece a cagarla tan pronto Jota, que esto va pa largo. O no. De usté depende.
-¿Depende? ¿de qué depende?. Cómo se nota que es usté gallego, que gran país Galiza.
-No me toque los güevos, no me toque los güevos.
-Mire usted Sr. Polícia, igual hemos empezado mal, si me explica…
-Colabora Jota, suelta Roberto. Jota colabora!, se leía en un cartón pluma con tembleque que aparecía ahora si, ahora no, por encima de la mampára.
-A l’igual si que hemos empezao malamente. Tu! tráeme un café! suelta el Lapuerta sin mirar a nadie. Los tres representantes de las fuerzas vivas se miran entre ellos sin saber que hacer. El mosso ladea la cabeza como diciéndole al nacional te toca y éste a su vez le suelta un codazo al urbano, es cosa tuya.Jurisdicciones, incompatibilidades.
-Roberto, sírvele un café al Sr. Comisario.
-No queda
-¿?
-Ahora mismo se lo subo…
2 comentarios:
El agradecido soy yo!
Y espero no tener que compartir nunca el aroma de un café con un cuadro como el aquí presentado...Susito de mi vida!
Encara no ho havia llegit, espero amb impaciencia el cafè o cigaló??
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