Rojo sangre 185-C · Capítulo I
Mientras volaba a Barcelona Lapuerta ya estaba indagando sobre mi persona. Le costó poco considerarme principal y único sospechoso y dar con mi CV le costó menos aún. Siempre me he preguntado de qué me sirve y por qué me gasto el dinero en Asociaciones profesionales. Ahora ya lo sé: tengo más entradas en Internet que Britney Spears.
Para Táison, AKA de Lapuerta desde que le mordió la oreja a un junkie en un interrogatorio, no había lugar a dudas. Mi perfil se ajustaba como anillo al dedo al del típico asesino despiadado, a saber: Diseñador gráfico de 41 años, natural de Barcelona, hobbies: Arte, Música, literatura, todo lo relacionado con la gráfica y un poquito de frontón (sin pasarse).
¿El móvil? El móvil le importaba una mierda hasta que sonó el suyo:
-Esto le va a interesar, jefe.
Retrepado en el sillón de su minúsculo despacho Lapuerta ata cabos sin ni siquiera visitar la escena del crímen. Después de enviar a dos chichinabos a hacer algunas preguntas: Primero en la Fábrica de Follero y después en Casa Jandro, dónde dos amables y locuaces cocineros filipinos, expertos en gastronomía gallega me dejaron, no ya sin coartada, más bien sin salida:
-Bebielon mucho, sobletodo el de la pelilla y las gafas de empollón y se dijelon palabras muy feas: Celta mielda, Stoitchkov marrano…
El otro:
-Y al salil vi jóven empujaba al viejo y caía en chalco.
-Chalco lleno de mielda, concluye el otro.
Poco pensaba yo entonces que el traspiés del borrachuzo de Follero a la salida de casa Jandro me iba a traer tantos quebraderos de cabeza.
Lapuerta ya tenía cabeza de turco y empezaba a sentir el peso de las medallas en el pecho, se veía en el balcón del ayuntamiento de su aldea natal dando el pregón de la Vírgen de Agosto y en los titulares del Faro de Vigo: ¡Lapuerta esclarece el asesinato del siglo! ¡Lapuerta Comisario Jefe! ¡Lapuerta recibido por Don Manuel Fraga y su banda de gaiteros!
Justo cuando salía al terapéutico aire de l’Eixample llegaba Lapuerta a El Prat. 10’30 de la mañana. Justo entonces empezó el baile.
Vivo a escasos 200 metros del estudio, lo que ha hecho de mi una especie de esclavo del trabajo y una especie de mirlo blanco para clientes que saben que, para un diseñador del montón con tres mujeres en casa, hipoteca, coche, moto y siete personas más a su cargo, no hay timing que valga. No me siento orgulloso de semejante actitud servil, pero es eso, o es eso.
Cuando llego al despacho las caras de mis compañeros ya me están avisando y supongo que la mía también da a entender que ya sabemos todos de qué va el asunto. Todos menos Roberto el comercial, que me espeta:
-¿Qué tal te fue ayer con Follero? ¿Tenemos cliente?
A Roberto hay que entenderlo, fue muchos años comercial de una empresa de carburos y se conoce que la aspiración prolongada y creo que involuntaria de gasoil le dejó secuelas evidentes. Por lo demás es un comercial de los de antes, duro como el granito y constante como un Pitbull. Y con un corazón, como veremos más tarde, que no le cabe en su americana de tergal.
-Tienes 6 llamadas, cuatro del de las butacas, una del gestor y otra de una tal ¿Sofía?¿Sonía?¿Sonsoles?. Bueno no sé, que te llamará más tarde. Le dao tu móvil.
(Lola había trabajado antes en el Cesid, tengo costumbre de contratar con sumo acierto)
-Gracias Lola, muy eficiente, buenos días a tí también. Todos a la sala, por favor.
Cada mañana, bueno, una mañana de cada ocho, tenemos reunión de planificación, pase de briefings, etc. Hoy sólo había un tema, aunque no precisamente el brif de Conservas Follero, la gran esperanza para sacar al estudio de una situación económica, digamos que renqueante:
-Como ya sabéis todos, que acabáis de subir del bar, que lo sé, ayer por la tarde se cargaron a Follero.
-¿Qué me estás contando? Suelta Roberto.
-Al parecer ayer por la tarde, después de dejar a Follero en su casa, alguién le dió pasaporte. No os alarméis, ya me alarmo yo. Así que cada uno a lo suyo y a verlas venir, trabajo normal, todo normal, ¿ok? Pues venga. Albert y Romà, ¿nos quedamos los tres?
Albert y Romà son mis socios, hace tanto que nos conocemos que sobran las palabras.
Bueno, a Albert no le sobran, le faltan:
-¡Pero qué cojones has hecho gilipollas! ¡Me voy a cagar en tu puta madre! Pero ¿cómo te cargas al Follero? ¿Y ahora qué hacemos? ¡Has matao a la gallina de los güevos de plata!
-De oro, Albert. Los huevos son de oro…
-No me repliques que te doy dos hostias, ¡subnormal! Seguro que has dejao tu DNI por todas partes…
-ADN Albert, se llama ADN…y cálmate un rato que pareces tonto. ¿Tú te crees que voy a ir hasta el culo del mundo, soportar una reunión surrealista de 9 horas con un palurdo, ponerme ciego de orujo, matar a Follero y no acordarme?
Silencio, larguísimo y sepulcral, de mis socios…
-Es que cuando le das, le das, majete.
-Joder Román, ya te vale.
-Venga va, relax y cabeza fría.¿Qué puede pasar? Lo de la cuenta es una putada, pero ahora lo importante es que no nos salpique más de lo debido. ¿Digo yo que tendrás coartada?
-Querrás decir que si me puedo explicar ¿no?
-Bueno eso.
Para Táison, AKA de Lapuerta desde que le mordió la oreja a un junkie en un interrogatorio, no había lugar a dudas. Mi perfil se ajustaba como anillo al dedo al del típico asesino despiadado, a saber: Diseñador gráfico de 41 años, natural de Barcelona, hobbies: Arte, Música, literatura, todo lo relacionado con la gráfica y un poquito de frontón (sin pasarse).
¿El móvil? El móvil le importaba una mierda hasta que sonó el suyo:
-Esto le va a interesar, jefe.
Retrepado en el sillón de su minúsculo despacho Lapuerta ata cabos sin ni siquiera visitar la escena del crímen. Después de enviar a dos chichinabos a hacer algunas preguntas: Primero en la Fábrica de Follero y después en Casa Jandro, dónde dos amables y locuaces cocineros filipinos, expertos en gastronomía gallega me dejaron, no ya sin coartada, más bien sin salida:
-Bebielon mucho, sobletodo el de la pelilla y las gafas de empollón y se dijelon palabras muy feas: Celta mielda, Stoitchkov marrano…
El otro:
-Y al salil vi jóven empujaba al viejo y caía en chalco.
-Chalco lleno de mielda, concluye el otro.
Poco pensaba yo entonces que el traspiés del borrachuzo de Follero a la salida de casa Jandro me iba a traer tantos quebraderos de cabeza.
Lapuerta ya tenía cabeza de turco y empezaba a sentir el peso de las medallas en el pecho, se veía en el balcón del ayuntamiento de su aldea natal dando el pregón de la Vírgen de Agosto y en los titulares del Faro de Vigo: ¡Lapuerta esclarece el asesinato del siglo! ¡Lapuerta Comisario Jefe! ¡Lapuerta recibido por Don Manuel Fraga y su banda de gaiteros!
Justo cuando salía al terapéutico aire de l’Eixample llegaba Lapuerta a El Prat. 10’30 de la mañana. Justo entonces empezó el baile.
Vivo a escasos 200 metros del estudio, lo que ha hecho de mi una especie de esclavo del trabajo y una especie de mirlo blanco para clientes que saben que, para un diseñador del montón con tres mujeres en casa, hipoteca, coche, moto y siete personas más a su cargo, no hay timing que valga. No me siento orgulloso de semejante actitud servil, pero es eso, o es eso.
Cuando llego al despacho las caras de mis compañeros ya me están avisando y supongo que la mía también da a entender que ya sabemos todos de qué va el asunto. Todos menos Roberto el comercial, que me espeta:
-¿Qué tal te fue ayer con Follero? ¿Tenemos cliente?
A Roberto hay que entenderlo, fue muchos años comercial de una empresa de carburos y se conoce que la aspiración prolongada y creo que involuntaria de gasoil le dejó secuelas evidentes. Por lo demás es un comercial de los de antes, duro como el granito y constante como un Pitbull. Y con un corazón, como veremos más tarde, que no le cabe en su americana de tergal.
-Tienes 6 llamadas, cuatro del de las butacas, una del gestor y otra de una tal ¿Sofía?¿Sonía?¿Sonsoles?. Bueno no sé, que te llamará más tarde. Le dao tu móvil.
(Lola había trabajado antes en el Cesid, tengo costumbre de contratar con sumo acierto)
-Gracias Lola, muy eficiente, buenos días a tí también. Todos a la sala, por favor.
Cada mañana, bueno, una mañana de cada ocho, tenemos reunión de planificación, pase de briefings, etc. Hoy sólo había un tema, aunque no precisamente el brif de Conservas Follero, la gran esperanza para sacar al estudio de una situación económica, digamos que renqueante:
-Como ya sabéis todos, que acabáis de subir del bar, que lo sé, ayer por la tarde se cargaron a Follero.
-¿Qué me estás contando? Suelta Roberto.
-Al parecer ayer por la tarde, después de dejar a Follero en su casa, alguién le dió pasaporte. No os alarméis, ya me alarmo yo. Así que cada uno a lo suyo y a verlas venir, trabajo normal, todo normal, ¿ok? Pues venga. Albert y Romà, ¿nos quedamos los tres?
Albert y Romà son mis socios, hace tanto que nos conocemos que sobran las palabras.
Bueno, a Albert no le sobran, le faltan:
-¡Pero qué cojones has hecho gilipollas! ¡Me voy a cagar en tu puta madre! Pero ¿cómo te cargas al Follero? ¿Y ahora qué hacemos? ¡Has matao a la gallina de los güevos de plata!
-De oro, Albert. Los huevos son de oro…
-No me repliques que te doy dos hostias, ¡subnormal! Seguro que has dejao tu DNI por todas partes…
-ADN Albert, se llama ADN…y cálmate un rato que pareces tonto. ¿Tú te crees que voy a ir hasta el culo del mundo, soportar una reunión surrealista de 9 horas con un palurdo, ponerme ciego de orujo, matar a Follero y no acordarme?
Silencio, larguísimo y sepulcral, de mis socios…
-Es que cuando le das, le das, majete.
-Joder Román, ya te vale.
-Venga va, relax y cabeza fría.¿Qué puede pasar? Lo de la cuenta es una putada, pero ahora lo importante es que no nos salpique más de lo debido. ¿Digo yo que tendrás coartada?
-Querrás decir que si me puedo explicar ¿no?
-Bueno eso.
2 comentarios:
La cosa promete...
TU COSA TAMBIÉN PROMETE...
Publica un comentari a l'entrada